Acaba de salir el nuevo tomaco de la escritora Jean M. Auel de la saga de los Hijos de la Tierra, que comenzó con un exitazo El Clan del Oso cavernario, original libro de cavernícolas que indagaba en las tradiciones, métodos de caza, recolecta, cómo pasar los inviernos, etc. Aparte de ser una apasionada aventura en la época prehistórica, entusiasmó a las mujeres, de una forma inusual. No es sólo porque la protagonista sea una mujer, sino porque abunda en un tema muy comercial: el imposible feminismo prehistórico, que conmueve a cualquier lectora actual abanderada de la idea de que el rol actual de las mujeres es nulo (y lo que están es confundidas y estresadas, porque con lo de la liberación de la mujer les han vendido un cuento aún más esclavizador). Así es como la lectora se identifica, ¿se sienten las mujeres cromagñonas en un mundo de masculinos neardentales? Veamos, Ayla es distinta y no acepta las normas establecidas. Por otra parte, ella puede hablar y los miembros del Clan se comunican mediante señas, La inteligencia de Ayla supera la de los miembros del clan y demuestra tener una gran capacidad de aprendizaje, apenas le enseñan a contar y pronto demuestra una noción superior de las matemáticas. Es una supermujer, que incluso en la fallida segunda entrega se entrega a la liberación sexual (los tres últimos episodios del Valle de los caballos son fantasías eróticas de la autora) Pero hete aquí que el tercer volumen, en opinión de mi hermana, es la caña, y la saga remonta y despega, hasta el sexto, que ya le he comprado, y que es el más gordo de la saga, y hemos creído oportuno recomendar aquí, que somos ya un poco homo erectus.
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