viernes, 20 de abril de 2012

LOS LUGARES COMUNES


Para el lector avezado que ya ha pasado por tantas historias, las resoluciones de trama y personajes son tópicos que espera que el autor desmonte. Por ejemplo, en las novelas sobre mafia siempre hay un hijo que no desea pertenecer a la familia, o una víctima acosada que encuentra venganza inesperada por un golpe de suerte. En las novelas de aventuras, el héroe y su némesis acaban luchando en un lugar enriscado, desde el que el villano se precipita al vacío por una felonía o cobardía durante la batalla. Así su muerte no es culpa del héroe (que incluso podrá intentar salvarlo) y acabará siendo atravesado por un accidente del relieve, o devorado por tiburones, cocodrilos o cualquier monstruo ajeno. Por eso es tan genial que no ocurra lo esperado. En la tercera parte de Los 3 mosqueteros, Rochefort, la némesis de Dartagnan, muere casualmente en una escaramuza, sin batirse con el mosquetero, que queda afectado por su muerte porque "esperaba que él y yo acabáramos juntos". En el Puente de los Asesinos, Alatriste y Malatesta se ponen a departir antes de luchar, y a filosofar sobre lo divino y humano en las mejores páginas que ha escrito Pérez Reverte. La previsibilidad desesperante es producto de llevar los presupuestos del teatro a la novela, casi como si de una fórmula de dramatis personae se tratase. Así, en la novela hay un gracioso, el malo es muy malo, el bueno es muy bueno, y el maniqueísmo aburre.

2 comentarios:

  1. A mi nunca me ha molestado que algunos autores utilicen argumentos y personajes vistos una y mil veces, aunque hay que reconocer que cuando te dan sorpresas y encuentras algo totalmente novedoso u original uno puede disfrutar como nunca.

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    1. A veces sólo consiste en hilar fino algo que parecía evidente. Un ejemplo: En Caballo de Troya de J.J. Benítez, Cristo se transfigura ante dos discípulos, que creen estar viendo a los profetas Isaías y Elías, cuando lo que en realidad ven es a los viajeros del tiempo y a su nave. Es en esos puntos de complicidad y sorpresa cuando el lector se entusiasma de verdad.

      José Miguel.

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