Edward Gorey es un ilustrador que tuvo la facultad de no tener imitadores en su época. Hoy día, hay tantos remedos de dibujos torcidos y macabros (en particular de adolescentes góticas que inauguran franquicias de mercadotecnia de bolsos, agendas y camisetas) que la gente cree que este autor copia a Tim Burton, y no al revés. Burton publicó Las aventuras del chico Ostra, que beben directamente del libro de dibujos de Gorey. Vamos más allá de Maurice Sendak: Gorey es cruel con la humanidad y derrocha simpatía hacia los mostruos. Sus niños son melancólicos y sufrientes, y su trazo es triste, como si contemplásemos los dibujos a través del filtro de una cámara antigua de fotos en blanco y negro. Quizá herederas directas de su estética son Pesadilla antes de Navidad y Eduardo Manostijeras. Cómo no iba a enamorarse Burton de Helena Bonhamm-Carter, si parece un daguerrotipo de Gorey. En la ilustración, El invitado inesperado, pertenece a un cuento en el que los amigables y estirados inquilinos de una vieja mansión reciben a un pingüino grotesco y batmaniano que se les instala, desordena la vida, y no abandona nunca.
viernes, 30 de marzo de 2012
Amphigorey
Edward Gorey es un ilustrador que tuvo la facultad de no tener imitadores en su época. Hoy día, hay tantos remedos de dibujos torcidos y macabros (en particular de adolescentes góticas que inauguran franquicias de mercadotecnia de bolsos, agendas y camisetas) que la gente cree que este autor copia a Tim Burton, y no al revés. Burton publicó Las aventuras del chico Ostra, que beben directamente del libro de dibujos de Gorey. Vamos más allá de Maurice Sendak: Gorey es cruel con la humanidad y derrocha simpatía hacia los mostruos. Sus niños son melancólicos y sufrientes, y su trazo es triste, como si contemplásemos los dibujos a través del filtro de una cámara antigua de fotos en blanco y negro. Quizá herederas directas de su estética son Pesadilla antes de Navidad y Eduardo Manostijeras. Cómo no iba a enamorarse Burton de Helena Bonhamm-Carter, si parece un daguerrotipo de Gorey. En la ilustración, El invitado inesperado, pertenece a un cuento en el que los amigables y estirados inquilinos de una vieja mansión reciben a un pingüino grotesco y batmaniano que se les instala, desordena la vida, y no abandona nunca.
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