El orden ideal de lectura quijotesco es el siguiente:
1. Primera parte del Quijote de Cervantes.
2. El Quijote de Avellaneda.
3. Segunda parte del Quijote de Cervantes.
4. Al morir Don Quijote, de Andrés Trapiello.
Pero, para los que añoren al hidalgo, tras el empacho anterior, están:
a) Vida de Don Quijote y Sancho, de Unamuno.
b) Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, de Juan Montalvo.
c) La ruta de Don Quijote, de Azorín.
Descartamos La cocina del Quijote, y el oportunismo de una publicación de congresos médicos que incluso publicó un tomo de La medicina en el Quijote recogiendo al bálsamo de fierabrás. PERO, hay un libro de Chesterton, el último que escribió, llamado El regreso de don Quijote (1926), , que es uno de los más hermosos homenajes que jamás se hayan rendido al Quijote y a Cervantes. Trata de que un bibliotecario experto en la cultura hitita y ajeno al mundo moderno, tras interpretar el papel de un rey medieval en una obra de teatro, decide no quitarse el disfraz y encabezar, en la vida real, un golpe de Estado bufonesco contra la industria y la sociedad moderna. Vale, no trata de Don Quijote, sino del quijotismo (un bibliotecario que se cree Ricardo Corazón de León).
1. Primera parte del Quijote de Cervantes.
2. El Quijote de Avellaneda.
3. Segunda parte del Quijote de Cervantes.
4. Al morir Don Quijote, de Andrés Trapiello.
Pero, para los que añoren al hidalgo, tras el empacho anterior, están:
a) Vida de Don Quijote y Sancho, de Unamuno.
b) Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, de Juan Montalvo.
c) La ruta de Don Quijote, de Azorín.
Descartamos La cocina del Quijote, y el oportunismo de una publicación de congresos médicos que incluso publicó un tomo de La medicina en el Quijote recogiendo al bálsamo de fierabrás. PERO, hay un libro de Chesterton, el último que escribió, llamado El regreso de don Quijote (1926), , que es uno de los más hermosos homenajes que jamás se hayan rendido al Quijote y a Cervantes. Trata de que un bibliotecario experto en la cultura hitita y ajeno al mundo moderno, tras interpretar el papel de un rey medieval en una obra de teatro, decide no quitarse el disfraz y encabezar, en la vida real, un golpe de Estado bufonesco contra la industria y la sociedad moderna. Vale, no trata de Don Quijote, sino del quijotismo (un bibliotecario que se cree Ricardo Corazón de León).
Según Paul Auster, don Quijote no está loco, sino que se hace pasar por loco; su objetivo es engañar a Sancho, único testigo posible de todas sus andanzas; éste, analfabeto, no puede escribirlas, pero sí puede contárselas al barbero y al cura; a su vez, ellos la escribirán en castellano y le darán el texto a Sansón Carrasco , el bachiller de Salamanca, quien las traducirá al árabe para que luego Cervantes encuentre ese manuscrito en Toledo, firmado por un inexistente Cide Hamete Benengeli…
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