Me encantan los mapas de las guardas de libros de aventuras, estilo La Torre Oscura. Bien es cierto que en muchos hay muchas lagunas o espacios demasiado distantes entre ellos o desaprovechados, y otros son minuciosos (La Tierra Media, Narnia o el país de Oz). Simbolizan, más que una idea, todo el mundo interior o la locura a la que puede evadirse el cerebro, creando mundos para aquel que no puede vivir las emociones que desearía. Yo ahora voy a vivir un tiempo en la Isla Lincoln de Julio Verne, de la que el otro día estuvimos El Conde y yo buscando mapas para mudarnos. Resulta que en la red están cartografiados casi todos los continentes imaginarios creados, y si no estaban en el libro que estás leyendo, seguro que siempre habrá algún tipo que los ha creado ex profeso, y tanto vale para las series de TV (desde la isla de Lost con todas sus estaciones Dharma hasta la ciudad de Springfield de los Simpsons) como para las novelas de historia o militares. Lo que hace la geografía imaginaria es pues, crear un cosmos ad hoc, creando la paradoja de que lo conocemos, sabemos cómo orientarnos allí, y no existe.
Sobre esto habrá que hablar largo y tendido. Buen aporte.
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