Al rebufo del Código Da Vinci de Dan Brown , fueron muchas editoriales espabiladas las que oportunamente se lanzaron a publicar una obra que se aupó también a superventas, como es El Cuaderno de notas de Leonardo Da Vinci, casi 700 págs. manuscritas e ilustradas por Leonardo, explicando el movimiento de rodajes, cadenas, máquinas hidráulicas, voladoras, anatomía, aforismos y apotegmas, etc. Al no tener derechos de autor, fue una jugada segura. Lo curioso es la historia de cómo fueron encontradas gran parte de esas páginas. Resulta que estaban en la Biblioteca Nacional de Madrid, y fueron descubiertas en 1967 por casualidad por un profesor norteamericano llamado Jules Piccus. El tío las vio, dijo: ¡Oh my god! y arrambló con ellas para Massachussets, y allí las presentó. Estaba investigando sobre cancioneros medievales españoles, y le fueron servidos en su mesa ni más ni menos que los codiciados manuscritos. Se comparó el descubrimiento a la aparición de un drama inédito de Shakespeare, y se anunció la inminente publicación de la obra, que es luego la que tiene todo el mundo. Esto sólo puede pasar en España: Que los documentos medievales y renacentistas estén mezclados, cual si fueran los apuntes de un alumno de tercero de ESO. No sabían ni lo que tenían. Leonardo diría: Vale, ya he escrito mis documentos en espejo, ¿los meto en un cartucho de estos que tienen que abrirse con clave y si no se destruye el interior, o los envío a un lugar en el que nadie podrá explicarlos? Jua, jua.
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