martes, 6 de marzo de 2012

Capítulo 23: LA ÚLTIMA GRAN AVENTURA HUMANA


Ayer mismo desempolvé la novela Marte verde de uno de esos puestos de libros de saldo que hay en los centros comerciales. Acababa de leerme la primera entrega de esta trilogía, Marte rojo, y el encuentro fue bastante providencial. El caso es que la saga que escribió Kim Stanley Robinson en los noventa sobre la colonización de Marte es bastante complicada, y no tenía intención de adentrarme en su segundo episodio de forma tan directa, pero a pesar de que he sido incapaz de retener los nombres de muchos de los protagonistas, y de que en mi lector de ebook no contaba con el utilísimo mapa de Marte que nos ayuda a comprender el desarrollo "topográfico" de la trama, me interesa mucho esta historia.

Portada de la edición española.

Desde hace años, como aficionado al género de ciencia-ficción, tengo un interés lógico en ir viendo cómo la ciencia y la técnica de nuestro tiempo va realizando nuevos logros que nos aproximen a los futuros fantásticos descritos en los libros. No obstante, y de manera igualmente lógica, soy consciente de que nuestra sociedad -la humana, me refiero- tiene algunos problemas gravísimos a los que debemos responder mucho antes que andar pensando en androides mayordomos, en coches voladores o en conquistas galácticas. El hambre, la guerra, la desigualdad social... ante estos argumentos parece que nadie se atreve a promulgar la necesidad de que la humanidad siga adelante en su última gran aventura, la exploración del espacio. Y sin embargo se da uno cuenta de que, antes o después, estamos obligados a avanzar. 

Kim Stanley Robinson

¿Acaso el destino último de la humanidad es que logremos por fin amodorrarnos en nuestras butacas, sabiendo que todo está en orden? ¿Comer, beber -perdón- cagar y morirnos bien ancianos? Yo pienso que es precisamente la ilusión del descubrimiento, el ir más allá de lo probable, lo que sigue funcionando como un motor para ponernos en movimiento como especie. Evidentemente, uno se echa las manos a la cabeza cuando se informa sobre los costes de los programas espaciales, y si pensamos en la barbaridad que costó poner a la misión Apolo 11 en la Luna en 1968, quizá ni siquiera podamos compararlo con lo que costaría poner a un par de tipos en Marte. Pero lo llevamos dentro como especie, es como una suerte de meta que nuestra evolución natural necesita, y al final tendrá que suceder.

Los otros dos tomos de la trilogía.

Las novelas de Kim Stanley Robinson Marte rojo, Marte verde y Marte azul despliegan, con toda la precisión científica imaginable (ciencia-ficción "dura", la llaman) y mucho más, cómo podría ser la paulatina adaptación del ser humano a Marte y viceversa. Más allá de la épica colosal de las guerras de independencia, de las enormes obras públicas en suelo marciano, de los cataclismos derivados de la terraformación del planeta rojo, al final es la historia de cómo los hombres y mujeres emprendemos cada uno nuestra personal lucha para no tropezar en las mismas piedras que nuestros padres y abuelos, para mantener nuestra identidad y nuestras convicciones a pesar de tener motivos para el desánimo, para no cometer los mismos errores y albergar firmemente la esperanza de una nueva oportunidad de prosperar hacia algo bueno, mejor, si cabe, que lo que tenemos. Igual, cuando un día todo esto suceda, la última gran aventura humana resulte ser solamente la primera.

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