Siguiendo con las estatuas que cobran vida, llegamos al Príncipe Feliz. Desgarrador el momento en el que pide a la golondrina que le arranque los ojos (zafiros) y se los lleve al niño que arde de fiebre y pide naranjas, y su madre no tiene qué darle. Y es que hay una gran belleza en el dolor de esos cuentos. La muerte del Gigante Egoísta, la rosa desdeñada por la dama, pese a que el ruiseñor había muerto por querer pincharse en ella. Y sobre todo, cristianismo: el niño Jesús que se le aparece al Gigante para recordarle que un día le dejó jugar en su jardín, y ahora él le dejará jugar en el suyo, que es el Paraíso. O el ángel que quiere llevar a Dios los objetos más preciados de la Tierra, y le muestra el corazón de plomo no fundido del Príncipe Feliz y la golondrina muerta, obteniendo la felicitación del creador. Las bellas palabras que Oscar Wilde dedica a Cristo en De Profundis, suenan al Papa Ratzinger.
jueves, 27 de octubre de 2011
EL HERMOSO PATETISMO DE OSCAR WILDE
Siguiendo con las estatuas que cobran vida, llegamos al Príncipe Feliz. Desgarrador el momento en el que pide a la golondrina que le arranque los ojos (zafiros) y se los lleve al niño que arde de fiebre y pide naranjas, y su madre no tiene qué darle. Y es que hay una gran belleza en el dolor de esos cuentos. La muerte del Gigante Egoísta, la rosa desdeñada por la dama, pese a que el ruiseñor había muerto por querer pincharse en ella. Y sobre todo, cristianismo: el niño Jesús que se le aparece al Gigante para recordarle que un día le dejó jugar en su jardín, y ahora él le dejará jugar en el suyo, que es el Paraíso. O el ángel que quiere llevar a Dios los objetos más preciados de la Tierra, y le muestra el corazón de plomo no fundido del Príncipe Feliz y la golondrina muerta, obteniendo la felicitación del creador. Las bellas palabras que Oscar Wilde dedica a Cristo en De Profundis, suenan al Papa Ratzinger.
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