viernes, 14 de enero de 2011

A César lo que es de César



Quienes hayan leído Caballo de Troya, famosa novela de ciencia-ficción, sabrán entender que, al afirmar J. J. Benítez que la historia contada en su libro es real, no hace sino aumentar la fantasía en el lector de cara a agrandar su fascinación. Y cuando Dan Brown aporta datos equivocados o falsos para sostener sus conspiraciones en El código Da Vinci, también entendemos que todo va en función de que su novelilla para leer en autobuses y salas de espera necesita apuntalar una pizca su ambientación, en favor de una mayor diversión. Sucede, sin embargo, que otros cultivadores del género pseudo-histórico (César Vidal, por ejemplo) parten de datos completamente inventados y manifiestamente falsos, y por motivos que no siempre se justifican a fin de aumentar el amor por la lectura. No va de amor la cosa, sino precisamente de todo lo contrario.

Los motivos de Vidal son obvios para quienes, sin tener absolutamente nada contra su persona en lo privado (no va la cosa de insultar, que conste), estamos frontalmente en contra de su filosofía como divulgador. Básicamente, este autor se mueve en función de los tiempos políticos actuales, siendo uno de los escritores de extrema derecha confesa que han surgido como champiñones ante las embestidas socialistas de Zapatero. Reaccionario como el que más, Vidal se aprovecha de una especie de "renacimiento derechista" que ha adquirido mucha fuerza en los últimos años y que ahora encuentra también su espacio en los medios de masas a través de la TDT, para inundar las librerías con montones de escritos que responden a todos los gustos y todos los públicos, sobre todo obras de carácter histórico. Y tal como sucede con otros autores del "movimiento", Vidal es continuamente acusado de falsear o inventar datos históricos objetivos en pro de demostrar sus tesis, casi todas dedicadas a justificar el alzamiento nacional que causó la Guerra Civil Española, a demonizar a la República vigente entonces -en la que todos eran genocidas quemaiglesias y/o masones- y a ensalzar con la boca pequeña el régimen de Franco y su supuesta rectitud espiritual. Las referencias manejadas están claras: historiadores de dudosísima objetividad como Pío Moa y Ricardo de la Cierva, y poco más. Duele que los de esta panda (en la que también está Juan Manuel de Prada, eternamente autoflagelado y fanático como todo converso tardío) siempre tengan en la boca a Chesterton, aquel pobre G. K. Chesterton que por declarar abiertamente su catolicismo, amén de defender una doctrina económica (el distributismo) inspirada en una encíclica papal, ha sido adoptado como precursor de un ideal reaccionario que él mismo dudosamente habría defendido. Más podrían haber aprendido de él, al menos en lo literario y en el tema de la integridad autoral.

G. K. Chesterton: "¿qué he hecho yo para merecer esto?"

En honor a la verdad, yo mismo siempre he estado muy en contra de la tendencia claramente izquierdista -y revanchista- que ha movido la vida cultural española desde la transición hace treinta y tantos años, sobre todo porque su visión de aquellos años negros preconstitucionales era muy limitada y obviamente parcial. No ha debido ser fácil ser escritor, cineasta o actor en España siendo de derechas, y eso es francamente triste, pero no creo que la solución venga de la mano de esta pseudo-generación de pseudo-intelectuales que convierten la verdad inconfesa en mentira exagerada, la libertad de expresión en descalificación y, en fin, la derecha bien entendida en pura confrontación.

Este colectivo de autores derechistas comete, no obstante, uno de los errores máximos que se pueden cometer, y sobre el que todavía no he hablado aquí. Lo diré claramente: la prostitución que realizan del fervor religioso en pro del ataque a sus oponentes políticos. Nada cala tan hondo en un lector o en un televidente como el que se aluda constantemente a sus sentimientos más íntimos e intocables, de modo que lo que podría ser un legítimo debate político o ideológico deriva siempre hacia un juicio de valor moral, hacia una enumeración de los pecados y sacrilegios que alguien comete contra lo sagrado. Y claro, con lo sagrado no se juega, por lo que esta gente, tal y como sucede con el lamentable Tea-Party norteamericano (con el que Vidal comparte su no creencia en la Teoría de la evolución, que hasta Juan Pablo II admitió) o con el gobierno islamista de Irán, siempre presenta el hecho religioso como argumento incontestable que debe prevalecer por encima del sentido común y la evidencia. Más allá de eso, solamente impera la filosofía del "estás conmigo o contra mí". Es decir, que revolotea un deseo de unificar la religión y el estado, lo que conlleva siempre a la injusticia de convertir en ley lo que para quienes libremente profesan el ateísmo y el agnosticismo no significa nada.

Y claro, otro asunto es el del miedo a lo ajeno, a lo diferente en toda su amplitud. En el caso de César Vidal, por ejemplo, es un defensor de la cruzada anti-islámica que los pueblos de Europa supuestamente debemos emprender a las claras para impedir que se nos llenen las calles de mezquitas y señoras con burka. De nada sirve enfocar el asunto desde un punto de vista meramente geoestratégico o económico, procurar que en Oriente Medio sea introducida la democracia, las libertades y la justicia social, porque en el fondo estos grupos de opinión conservadores están mucho más por la exclusión mutua que por una convivencia razonable. El motivo es de nuevo la religión, entendida como una especie de "espíritu inherente a la nación" que debe movernos a su defensa a hierro y fuego. Nosotros somos cristianos y ellos no, por lo tanto son peligrosos. Y lo mismo con los nacionalismos, los separatismos, con otras opciones sexuales, afectivas, etc.


Coges una película estrenada un par de años antes,
la reescribes con alguna mínima variación y la publicas. Voilá.

En lo estrictamente estilístico, es poco menos que unánime la opinión de que César Vidal es un magnífico gestor del paginado, incluyendo en cada uno de sus libros una cantidad muy reducida de contenidos propiamente dichos y rellenando las otras 600 páginas con hojarasca. De sus novelas históricas, decir que buena parte se inspira de forma sonrojante en éxitos recientes del cine y la cultura mainstream más obvia. Y en fin, que por mucho que Vidal viva solo en casa, currando día y noche en plan monje, no hay quien pueda mantener unos mínimos de calidad con tan abundantes publicaciones. Tal vez este señor utilice negros que le rellenen lo que va entre las tapas, o tal vez sea un portento inigualable, sobre todo si atendemos a sus múltiples títulos universitarios (entre los que se cuenta un par obtenidos en una pseudo-universidad fanático-cristiana americana de muy dudosa validez en un país serio). Y le queda tiempo para programas de radio sobre música country. Piensa mal y seguramente acertarás.

Yo no creo en la evolución. Mi interpretación
al pie de la letra del Génesis no me deja.

Para terminar diré que seguramente haya escrito César Vidal algo aceptable entre tantos y tantos libros, aunque fuera de chiripa, y si no, por lo menos podremos entretenernos con alguna sandez pseudohistórica divertida, el jocoso negacionismo de alguna verdad incontestable, etc.

1 comentario:

  1. Pues sí, coincido contigo. Tampoco voy a juzgar sus libros, no los he leído, ni tengo muchas ganas, pero algunas opiniones ¿"históricas"? son sonrojantes. Y que muchas izquierdistas sean iguales no las hace mejores, por supuesto.

    Saludos :)

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