martes, 8 de marzo de 2011

Capítulo 15: EL "QUIJOTE" YANQUI


Aferrada como está la costumbre de establecer listas de éxitos para todo, los clásicos literarios nunca han escapado a tales clasificaciones que intentan imponer cierto orden cualitativo entre ellos. Si tenemos que determinar cuál es el gran clásico de la novela norteamericana, será sencillo que estos "hit parades" terminen su cuenta atrás con Moby Dick en el número 1. Viene a ser el equivalente estadounidense de nuestro Don Quijote de La Mancha, y no solamente por estar a la cabeza de cualquier lista de éxitos.

Cervantes fue quizá, junto con Homero y pocos más, uno de los grandes expansores del universo narrativo de la Humanidad. A él se debe, no sin dignas influencias previas, la creación del personaje solitario en sus relaciones con el mundo, el outsider en toda regla que se aferra de un modo u otro al lema de "todos están locos menos yo" para construir una realidad a su medida. Así era el hidalgo manchego, y así era el capitán Ahab, montado en una alegoría flotante y a la caza de otra enorme, salvaje e indomable, del mismo modo en que Don Alonso iba al encuentro de ejércitos, gigantes y nigromantes rencorosos. Cuando estudié Moby Dick en la universidad, el profesor nos explicó que todo el barco ballenero, el Pequod, era una metáfora de los EEUU, un único navío en la soledad de un mar infinito e impredecible, gobernado por un solo hombre que le imponía el rumbo según su voluntad. Si atendemos a la más famosa caracterización de Ahab, la de Gregory Peck en la adaptación cinematográfica que todos conocemos, nos encontramos que parece una imitación un tanto siniestra de Abraham Lincoln, personificación del mejor espíritu yanqui de aquellos años pre-hegemónicos. Y la ballena blanca que daba título al libro sería una especie de anhelo místico, una utopía a perseguir -a cualquier precio, quizá demasiado alto- por la nación y su adusto timonel.

Abraham Lincoln cazaballenas.

No estoy en contra de esta visión simbólica respecto al argumento de Moby Dick, aunque creo que hay mucho más. Pienso que es una de estas obras multifacéticas en las que casi cualquier posible interpretación es plausible, precisamente porque su complejidad y su planteamiento mitológico la hacen llegar a cualquier lector. Recomiendo su lectura lenta y pausada, disfrutando de cada capítulo con el mismo sosiego con el que un capitán redactaría su cuaderno de bitácora. En fin, todos sabemos cómo termina, pero eso no es necesariamente lo más importante.

4 comentarios:

  1. Excelente articulo, gracias por compartirlo. Pues al ver tan buena lectura me sentí obligado a pertenecer a tu blog, siendo ahora tu ferviente seguidor y compañero de andanzas. Te invito humildemente a visitar el mío para compartir impresiones uno de otro.
    Palabras dirigidas a la inmensa red global: Gracias por permitir que en tu vasto e inmenso oceano algunos navegantes solitarios, unas veces de lancha pequeña y otras en barcos enormes, encontremos en tus tormentosas aguas heroes y caballeros que a pesar de la agitación salvaje y de los terribles monstruos que acechan por doquier surjan como campeones encontrandolos cuando uno menos se lo imagina, gracias.
    Saludos

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  2. Ahuizotl, gracias a ti. Es precisamente porque la gente aporta sus comentarios e impresiones por lo que cuando uno crea un blog no lo deja en la cuneta a los dos días. Saber que hay quien te lee te anima a seguir compartiendo reflexiones. Y pásame la dirección de tu blog, porque los que veo en tu perfil creo que son los que sigues, más que los tuyos propios (¿no?).

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  3. Tienes completa razón. Los comentarios son los que motivan a continuar escribiendo que digo, es algo que nos gusta hacer pero que mejor cuando te enteras que alguien más lo lee.
    Mi blog es:
    http://tlacotzontli.blogspot.com/

    Saludos

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  4. No me había parado a pensar en que Moby Dick fuera un Quijote a la americana, pero puede que tengas razón, una gran novela de aventuras, con múltiples lecturas. La dejé a mitad, no por aburrimiento sino por tema de estudios. La pienso retomar, por supuesto.

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