viernes, 21 de diciembre de 2012

El expolio de los "cuentos de hadas".

Nótense las comillas, ya que existen arduos debates sobre qué se entiende por cuento de hadas y qué no. Me quiero referir en esta entrada -en cualquier caso- al cuento fantástico tradicional, ahora que se cumplen 200 años de la publicación de los Cuentos de los hermanos Grimm.

Una bella portada para una edición en inglés de los cuentos.

No sé muy bien (o no quiero admitir) lo que ocurrió exactamente durante el siglo XX para que el cuento tradicional se convirtiese en un terreno en colores pastel, poblado por princesas bobas con la pata quebrada, finales felices imposibles e infantilismo por doquier. Uno de los más potentes cultivadores y defensores del cuento fantástico, J. R. R. Tolkien, dedicó su memorable ensayo-conferencia Sobre los cuentos de hadas a reivindicar los valores verdaderos del género. Aunque no recuerdo referencias explícitas en esta obra al respecto, Tolkien sentía un profundo odio hacia la figura de Walt Disney, al que culpaba, y seguramente con razón, de muchas de las atrocidades que la actual sociedad de consumo masivo ha perpetrado contra el cuento tradicional. De hecho, cuando vendió los derechos de sus libros para que se hiciesen películas, las condiciones del contrato exigían que Disney no pudiese meter mano en ninguna producción con su nombre en los créditos.

Ilustración de estilo antiguo sobre Blancanieves.

La seminal película animada Blancanieves y los siete enanitos, por ejemplo, logró una aceptación popular inusitada en plenos años treinta a base de reblandecer lo que en un principio más parece haber sido un relato terrorífico con intentos de asesinato, tendencias maníacas, sicarios, envenenamiento, etc. Y si continuamos repasando la posterior identificación de los cuentos de hadas con el universo Disney, llegaremos a la conclusión de que la tendencia ha sido constante hasta la actualidad, haciendo de paso que las propias editoriales especializadas opten a menudo por las versiones blanditas de los cuentos clásicos, filtradas -quizá inconscientemente- por el mainstream hollywoodiense. Desde el leñador que saca a Caperucita y su abuela del vientre del lobo a esa Sirenita que finalmente consigue unas piernas y se casa con su príncipe, parece que nos entra el miedo en el cuerpo a la hora de enfrentarnos con realidades como la muerte, la tristeza o el fracaso. Incluso si pasamos por el aro y decidimos asociar el cuento con la infancia, creo que no estaría mal que los niños y niñas fuesen conscientes de algunas certezas vitales.

Jacob y Wilhelm Grimm.

En fin... no sé si la industria del cine fue la primera o última culpable, pero el caso es que el cuento pasó hace mucho de ser una especie de fábula moral con elementos épicos y folclóricos a un simple duermeniños, algo inocuo y perteneciente casi en exclusiva al universo infantil, por mucho que los cuentos tradicionales, desde los de transmisión oral a los de los Grimm, Charles Perrault o Hans Christian Andersen, a veces mostrasen explícitamente elementos de gran crueldad, violencia, machismo e injusticia social no resuelta, en muchos casos como reflejo fiel de una época más cruda que ésta en la que vivimos, para que los lectores tomasen conciencia de la realidad, a veces oscura, de su tiempo. Bien estaría que de vez en cuando prestásemos un poco más de atención a los verdaderos contenidos y valores del cuento tradicional más allá del entretenimiento pueril, y una buena forma es recuperar a los autores originales en ediciones no alteradas por este tiempo presente tan gustoso de limar asperezas.

2 comentarios:

  1. Poco a poco, todo se andará hombre. Por lo pronto, ya no son duermeniños sino humedeceadolescentes góticas. Está haciendo daño Crepúsculo pero bien. Y si no mira Blancanieves con Kristen Stewart, o Caperucita Roja con un hombre-lobo sensual y Amanda Seyfried. O la próxima Oz, con James De...digooo Franco.

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  2. Recomiendo la lectura del cuento "Nieve, cristal, manzanas" de Neil Gaiman. Eso sí que es una vuelta de tuerca a Blancanieves.

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