miércoles, 6 de febrero de 2013

BUENOS PRESAGIOS


Terry Pratchett y Neil Gaiman escribieron al alimón un libro bastante simpático que hoy día, al ser ambos famosos, promocionan como "de culto", y que ha sido reeditado "por la necesidad de los fans de reemplazar su vieja copia amarilla o pegada con celo" . Como todo lo que hace Gaiman, se autopromociona como una genialidad que siempre tiene  otra historia detrás en su manufactura, como cuando una estrella del rock cuenta el germen de una canción. De hecho, Gaiman siempre va de gafas de sol y chupa de cuero, es el divo de lo fantástico.   Lo venden muy bien. Trata de que el Anticristo ha nacido, en Gran Bretaña, pero una serie de errores lleva a que en vez de llevar una vida ajustada a su naturaleza, con una educación satánica, viva tranquilamente con una familia de clase media en un pueblecito cerca de Londres. Un demonio y un ángel se ayudan mutuamente para evitar el fin del mundo. Estos dos últimos y Newton, el soldado cazabrujas, son los únicos desarrollados, puesto que el libro tiene aire de gran astracanada, de obra de teatro de risa, con dos narradores omniscientes haciendo chistes y divagando con ironías británicas todo el rato. El libro no se puede tomar en serio, como le ocurre a todos los de la saga Mundo disco, y termina pareciéndose demasiado a una partida de rol,en la que el master y los jugadores se ponen de cachondeo, o a libros pretendidamente humorísticos e inteligentes como Guía del Autoestopista Galáctico.  El final es apresurado y anticlimático, y quizá por estar escrito entre dos, se nota que está repartido en cuentos o apariciones estructuradas. Hay un cuento de los cazabrujas;  otro de los 4 jinetes del Apocalipsis secundados por moteros;  otro del cambiazo de unas monjas locas de un bebé por el Anticristo;  otro de una pandilla de niños entre los que se encuentra el diablo, que pueden rehacer el mundo en sus juegos si se lo proponen;  otro con las profecías de una aprendiz de bruja etc. Los hijos de Anansi también tenía una trama que avanzaba a tontas y a locas, pero al menos su final era inesperado y sorprendente. El problema de Buenos Presagios es que es como aquella película, Dogma de Kevin Smith, muchos personajes interesantísimos corriendo de aquí para allá, sin apenas desarrollo, necesitando caminar todos hacia un final errático. Hubiera quedado mucho mejor como una serie limitada de cómics de aquel sello de los 90, Vértigo, o como arco argumental de Sandman.

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